Comparemos algunas contrastantes afirmaciones de San Pedro que parecen ponernos frente a dos personajes completamente diversos.
1. Por un lado encontramos algunos pasajes como estos…
a) Con ocasión de la primera pesca milagrosa dice a Jesús : Señor, aléjate de mí que soy un hombre pecador (Lc 5,8). Manifiesta respeto, pero también cierto temor y timidez ante Jesucristo.
b) En medio de la tempestad que sorprende a los Apóstoles en pleno mar de Tiberíades : ¡Maestro, nos hundimos! (Mc 4,38). Vemos aquí el miedo y el susto.
c) Cuando Jesús revela por vez primera que ha venido para morir en la Cruz, él será quien se escandalice de esto : Señor, no quiera Dios que esto suceda (Mt 16,22). No comprende el misterio de la Cruz ; incluso Jesús lo llamará en esta ocasión “satanás”, es decir, enemigo de la cruz.
d) Cuando es interrogado por la sirvienta del Sumo Sacerdote y por otros que estaban en casa de Caifás mientras Jesús estaba siendo juzgado, negó a Cristo diciendo: ¡No conozco a ese hombre! E incluso perjuró : Se puso a jurar y a maldecir afirmando que no lo conocía, dice san Marcos (cf. Mc 14,71).
A esto podemos añadir muchos de sus gestos : su bravuconada en la Última Cena (Aunque tenga que morir contigo, no te abandonaré), el quedarse dormido en el Huerto de los Olivos (¿No me has podido acompañar velando conmigo ni una hora?), el salir huyendo al ser tomado prisionero Jesús ; el no animarse a ir al Calvario mientras Jesús estaba muriendo en la Cruz, el encerrarse por miedo en el Cenáculo, etc.
2. Comparemos estos textos con estos otros…
a) Cincuenta días después de la muerte de Jesús, es decir, el día de Pentecostés, Pedro salió fuera y dijo ante cientos de judíos : “Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazareno, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio… Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado. Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apóstoles: «¿Qué hemos de hacer, hermanos?». Pedro les contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2,22-24 ;36-38).
b) Dos o tres días más tarde, al ir al Templo, y después de hacer caminar a un tullido que estaba allí postrado pidiendo limosna, se pondrá a predicar diciendo : “Israelitas, ¿por qué os admiráis de esto, o por qué nos miráis fijamente, como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho caminar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su siervo Jesús, a quien vosotros entregasteis y de quien renegasteis ante Pilato, cuando éste estaba resuelto a ponerle en libertad. Vosotros renegasteis del Santo y del Justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino, y matasteis al Jefe que lleva a la Vida. Pero Dios le resucitó de entre los muertos, y nosotros somos testigos de ello” (Hechos 3,12-15).
c) Pocos días más tarde, cuando tiene que dar testimonio ante el Sanhedrín, es decir, ante quienes habían condenado a muerte a Jesús : “Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Jefes del pueblo y ancianos, puesto que con motivo de la obra realizada en un enfermo somos hoy interrogados por quién ha sido éste curado, sabed todos vosotros y todo el pueblo de Israel que ha sido por el nombre de Jesucristo, el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por su nombre y no por ningún otro se presenta éste aquí sano delante de vosotros. El es la piedra que vosotros, los constructores, habéis despreciado y que se ha convertido en piedra angular. Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos” (Hechos 4,8-12).
… Y podríamos seguir con muchos otros textos donde Pedro aparece elocuente, valiente, gozoso de ser azotado y perseguido por predicar el nombre de Jesús, conocedor profundo de las Sagradas Escrituras, gran predicador…
3. ¿Qué ha sucedido?
No transcurrió mucho tiempo entre las primeras actitudes y las últimas… Parecen dos Pedros distintos. Sin embargo, se trata de la misma persona: es el mismo Pedro, pescador de Galilea, discípulo de Jesús. ¿Qué pasó entremedio? Entremedio vino el Espíritu Santo el día de Pentecostés. Hemos elegido a Pedro, pero podríamos haber hecho lo mismo con cualquiera de sus Apóstoles y Discípulos.
El Espíritu Santo, que vino como un fuego impetuoso el día de Pentecostés sobre los Apóstoles y la Virgen, y que sigue viniendo de modo silencioso sobre cada cristiano. Viene silenciosamente sobre nosotros pero con la misma fuerza transformadora.
Si nosotros dejamos que el Espíritu Santo actúe libremente en nuestras almas también nos cambiará. Porque todas las obras maravillosas que hace Dios en los corazones, las hace por su Espíritu Santo:
- Él nos hace hijos de Dios
- Nos hace partícipes de la vida divina
- Hace de nosotros “amigos” de la Santísima Trinidad
- Nos perdona los pecados
- Nos enseña a rezar, porque el Espíritu Santo es maestro de oración
- Nos da valor, porque nos hace testigos, mártires…
- Nos hace dóciles a Dios
- Nos explica las Escrituras Sagradas
- Nos lleva a Jesús
- Infunde en nosotros la misericordia
- Infunde en nosotros amor a Dios
Por eso lo invocaba de modo muy hermoso un antiguo autor griego conocido como Simeón el Nuevo Teólogo (Himnos, 949-1022) diciendo :
Ven, luz verdadera. Ven, vida eterna. Ven, misterio escondido. Ven, tesoro sin nombre.
Ven, realidad inefable. Ven, persona inconcebible. Ven, felicidad sin fin. Ven, luz sin ocaso.
Ven, esperanza infalible de todos aquellos que deben ser salvados. Ven, despertador de quienes duermen. Ven, resurrección de los muertos. Ven, oh potente, tú que siempre haces y rehaces todo y todo lo transformas con tu solo poder. Ven, oh invisible, totalmente intangible e impalpable. Ven, gozo eterno. Ven, corona incorruptible. Ven, cinturón cristalino, adornado de joyas. Ven, púrpura real. Ven, derecha verdaderamente soberana. Ven, tú que has deseado y deseas mi alma miserable. Ven, tú el Solo en el solo, porque tú lo ves, yo estoy solo. Ven, tú que me has separado de todo y me has hecho solitario en este mundo. Ven, mi soplo y mi vida. Ven, consolación de mi pobre alma. Ven, mi alegría, mi gloria y mi delicia por siempre.
P. Miguel Ángel Fuentes, IVE (24 de mayo de 2016).
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Hermosa oracion.!!