Uno de los aspectos que tiene el dogma que hoy celebramos, Cristo Rey, es la afirmación de que Jesucristo es el “centro” de la Historia. No solo centro, en cuanto divide la Historia en un antes y un después de su Encarnación, sino también en cuanto la corta transversalmente, es decir, desde el comienzo hasta el final unos son de Cristo y otros no.
Porque según Santo Tomás ya al comienzo del mundo algunos eran del Antiguo Testamento pero otros pertenecían al Nuevo Testamento. Igualmente ahora algunos son del Nuevo, pero otros que son el Antiguo Testamento, y así será hasta el fin del tiempo. Dice Santo Tomás: “Nunca nadie tuvo la gracia del Espíritu Santo si no es por la fe de Cristo, o explícita o implícita. Pues bien, por esta fe el hombre pertenece al Nuevo Testamento. Por tanto, todos los recibieron esta ley interior de gracia, por eso mismo pertenecían al Nuevo Testamento” (Suma Teológica, I-II, 106,1 ad 3). ¡Para él, pues, los Patriarcas, Profetas y Santos que vivieron antes de Cristo pertenecían al Nuevo Testamento!
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